Tuve la oportunidad de asistir al regreso de Luis Miguel al Auditorio Nacional este miércoles. Como buen fanático, fue un día completamente dedicado al ‘Sol’.
Desde temprano, playlists con su música. Sus más recientes éxitos rancheros, también las baladas y boleros. Preparé todo su repertorio de memoria, para recitarlas junto a otras 10 mil personas que no dejaron hueco vacío en el coloso de Paseo de la Reforma.
Luis Miguel es uno de esos personajes que amas u odias, pero no te son indiferentes. Su voz, su orquesta, sus músicos, su baile, su proyección, su show, su historia de vida, su salida del recinto, su camioneta y hasta su ausencia, todo está sujeto al más estricto escrutinio público. Este 21 de febrero, vimos una versión renovada del cantante mexicano que relució. Fue un Luis Miguel 3.0.
‘Grandes motivaciones son las que…. fundamentales, en regresar y estar en los escenarios. Una es la música y dos, SON USTEDES. Este público maravilloso, a todos mis fans, muchas gracias por tanto cariño durante tantos años. Muchas gracias’.
Con esas palabras conquistó al público que estuvo más de 2 horas de pie, gritando, bailando, recordando, admirando y coreando cada nota de un concierto en el que ofreció, fácil, unos 40 éxitos. Del mariachi al bolero, del funk a la balada o el pop noventero, canciones que son historia inscrita en tantas y tantas vidas felices de su regreso.
Luis Miguel mostró con su regreso, todas las regiones de su voz. Agudos bien colocados y falsetes en cada oportunidad, la media voz comulgando con el romance, además de graves prominentes y expansivos. El micrófono suspendido en la cintura, la potencia conectaba su voz con el público en el lugar más recóndito del recinto de Reforma. Mientras tanto, ‘El Sol’, microfoneando en cada nota alta para luego dar espacio a pequeños lugares de silencio que, en tres segundos, se llenaron de un nuevo aplauso con mayor pundonor.
Luego vino la media luz y el piano, temas como ‘La Puerta’, con el que marcó una cicatriz en su pecho. Un lugar donde guarda muchos secretos que pronto habrán de desenmascararse en su serie biográfica por Netflix.
Volvió Luis Miguel, y hasta su más mínimo suspiro fue motivo de aplausos del respetable. Una duda, un casi error, resultó ovacionado. Sonrió y siguió cantando. En ese momento, su público lo abrazó, lo vio honesto. Luis Miguel dejó un momento de ser esa máquina de cantar y fue humano.
Regresó Luis Miguel y, con él, su vestuario impoluto. Traje sobrio, camisa blanca y corbata totalmente alineada para lucir en el pop. Luego dijo ‘fuera saco’ y se quedó en chaleco para las baladas. Para el mariachi, volvió sport con una camisa negra debajo del traje. Al final salió solo en camisa negra y despejó dudas sobre su estado físico con sus éxitos de los ochenta. Luis Miguel se ve bien, está bien y cerró de la mejor forma su actuación.
Su concierto fue una cena de cinco o seis tiempos. Luis Miguel recorrió de ‘Si te vas’ a ‘Tú solo tú’, luego vinieron ‘Amor, amor, amor’ y también las icónicas ‘Por debajo de la mesa’ o ‘Tengo todo excepto a ti’. La luz se apagó y solo con piano cantó ‘La Barca’ para dar pie al mariachi y su fiesta. ‘Soy lo prohibido’, ‘No discutamos’ y el ‘Balajú’, que me llegó hasta el alma de origen veracruzana. Con la orquesta de nuevo, nos aturdimos con el coreo ensordecedor de ‘La incondicional’, ‘Suave’ y ‘Si no supiste amar’ para encaminarnos al final del concierto. Luego, al paso de 5 minutos de luces apagadas, regresó y remató con ‘Cucurrucucú paloma’ y quizás cantó unas 25 canciones más. pero quedaron fuera del registro de mi teléfono.
A mí me emocionó al extremo, cuando interpretó ‘Amante del Amor’, ‘Un hombre busca a una mujer’, ‘Ahora que te vas’ y ‘¿Por qué te conocí?’. Nunca he sido fanático de las canciones que todos cantan como ‘La chica del bikini azul’ o ‘Cuando calienta el sol’, pero también fui cómplice en levantar las manos y secundar cada gesto, cada halago y cada aplauso.
Ni el cansancio del viaje de madrugada, ni la difícil jornada laboral con el desvelo acumulado hicieron meya. Un show de dos horas y cuarenta minutos, el elegante escenario y un Luis Miguel entregado, me devolvieron feliz a casa.
Luis Miguel volvió, aunque la verdad, nunca se ha ido.