De opinión
Todos en algún momento de la vida hemos sido víctimas de una injusticia, un mal negocio, un mal patrón o una mala decisión que trae como consecuencia la necesidad de acudir a los órganos encargados de administrar justicia para tratar de resarcir los daños o las ofensas vividas. Pensar en demandar es un paso que mejor prefiere evitarse, más cuando sabemos que el camino es caro, tardado y tortuoso, y si acaso por fortaleza, resistencia o suerte se llega al final y se obtiene una sentencia, falta que ésta sea justa y no sólo gane el que tenga más dinero para repartir o “conectes” para que salga rápido y a favor.
Que la justicia ha perdido calidad, sin duda, basta ver los últimos nombramientos de los juzgadores en todos los niveles, parece que se desdeña la capacidad por favores o cuotas, pero más allá de eso y porque nadie nace sabiendo, si se tuviera la intención de ya llegando al cargo hacer las cosas bien, se pueden capacitar con el objeto de lograr una justicia íntegra de calidad no sólo en lo jurídico, sino en lo humano, para nadie es un secreto que –hablado de procesos jurisdiccionales- lo cuantitativo está por encima de lo cualitativo, parece que sólo se trata de números y números, lograr grandes cantidades de denuncias y demandas atendidas, además de sentencias obtenidas, sin reparar en su calidad, al cabo que “para eso está la siguiente instancia” he escuchado decir, mientras los que dirigen los sistemas de justicia cuenten números, es lo que habrá.
Eso genera una desvinculación de los juzgadores con la sociedad, además de la falta de valoración y respeto al cargo, parece que sólo se trata de quedar bien con quien te puso para tener estabilidad, lo que tiene como resultado que recibir una sentencia justa y sea cumplida, no exista o sea casi imposible de obtenerse, no hay que olvidar que eso es un derecho humano exigible a las autoridades.
Tengo en mente dos ejemplos, el primero es sobre la resolución de un asunto de violación en la que el juez sentenció al pago de 70 pesos al acusado y algún tiempo mínimo en prisión porque al parecer no se consideraron las agravantes del caso, no creo que alguien sea capaz de pensar que con esa sentencia se repara el daño de una niña violada o que esa cantidad vale la estabilidad emocional de una persona, ¡es una completa locura!; otro caso es el haber dejado en completa indefensión a una pareja de adultos mayores, sacados de su domicilio a fuerzas por un embargo derivado de un pagaré refutado de falso y que luego se descubrió era una mafia entre abogados, jueces y notarios, gracias a los medios que ventilaron los casos quienes juzgaron estos casos ya no están, ¿y si no qué hubiera pasado?
No logro imaginar la infinidad de casos en el que se determina la no culpabilidad de alguien que lo es o al revés, culpar a alguien que no hizo en la realidad lo que se ventila en un juicio, mucho se ha dicho sobre que ganan los casos quienes tuvieron más influencias o dinero para pagar un mejor abogado, sin fijarse en realidad en el fondo del asunto, desde mi punto de vista no hay que apelar más que al sentido común para pensar que no es correcto ni legal, yo creo que es posible cambiarlo si se dimensiona el impacto de una sentencia que así se dicta.
Juzgar con empatía no tiene por qué ser algo fuera de la realidad, el juzgador debe ponerse en los zapatos de la gente que juzga más allá de 4 paredes y legajos interminables de tecnicismos jurídicos que en ocasiones no reflejan la realidad de lo que están viviendo las partes, cuando eso sucede la percepción de la administración de justicia cambia, por experiencia propia lo sé.
La falta de tiempo o las cargas de trabajo no es una excusa válida, quien escribe tuve la oportunidad de observar a un Ministro de la Corte visitando un asilo de ancianos y escuchándolos con total empatía preocupándose por sus asuntos, un Ministro de la Corte que tiene la agenda llena sino años meses por adelantado; guardando y respetando las proporciones, en alguna ocasión y revisando un expediente que tenía por resolver hice un recorrido por un jardín de niños en el que al lado “alguien” había autorizado construir una gasolinera, lo que no se reflejaba tal cual en el expediente ni en las cómodas 4 paredes de mi oficina, estas experiencias cambiaron totalmente mi sentido de entender los asuntos y de resolverlos, la realidad misma cambia, pues cuando se parte de una idea equivocada sin sentido común y empatía se corre el riesgo de resolver de forma que destroce la vida de una persona, su familia, su patrimonio, su reputación, por decir lo menos.
Quien pierde la capacidad de mirar con empatía a quienes juzga, pierde la capacidad de ser juez, ahora mismo se resuelve en tribunales federales casos de designaciones temporales de jueces como magistrados hechos en Veracruz (con un simple oficio y sin fundamento legal), de ser confirmado –que parece así será- significa un golpe a la administración de justicia, de ser una actividad de prestigio y noble transitamos al cuestionamiento y la desconfianza del poder judicial.
Que las cosas cambien es posible, por ejemplo, en Brasil existe un programa en el que los jueces laborales hacen 1 día el trabajo de quienes juzgan, se capacitan teóricamente y son mandados a lugares donde no son conocidos para realizar la labor sobre lo que van a juzgar, a decir de ellos, viven experiencias que les cambian la concepción de las cosas y la dimensión de su trabajo, no hay como conocer los hechos directamente y formarse un criterio más sólido sobre el asunto, amén de hacer mejor personas, necesidad urgente en cualquier sociedad. No imagino en Veracruz un juzgador recogiendo basura o limpiando pisos, sacarlos de su status de lujo, de su intocabilidad y hasta de su prepotencia y pedantería, salvo algunas honrosas excepciones –que me constan- de las que ya no hay y nos quedan pocos; no estaría mal que el Consejo de la Judicatura del Estado estudiara la implementación de algo similar, no todo es buscar el cargo que sigue o tratar de encontrarle cuadratura a los números.
En estos tiempos de indiferencia y egoísmo me vienen a la mente las palabras de Kant: “siempre obra de tal manera que trates a los demás como un fin y no como medio para lograr tus objetivos”, si todos –o la mayoría- fuéramos empáticos con el de enfrente, en cualquier lado y en cualquier actividad, seguramente no viviéramos en crisis y con llenos de muertos por todos lados, las condiciones estoy seguro fueran completamente diferentes, al menos tendríamos un poco de paz.
Juan Manuel Herrera Sosa
Ex Asesor en la Suprema Corte de Justicia y Profesor de Amparo en la Universidad Anáhuac
Twitter @manuelherrera27